Un Día Mundial contra la Despoblación
Hoy, 11 de julio, celebramos el Día Mundial de la Población y es inevitable que la mente viaje a las grandes metrópolis mundiales, donde retos globales como el crecimiento poblacional o los movimientos migratorios cobran su mayor magnitud. Sin embargo, es en la ausencia de habitantes en las zonas rurales donde el reto se convierte en drama.
La sangría demográfica de los pueblos no afecta solo a sus habitantes, a quienes se les retiran servicios básicos como si sus derechos dependiesen del censo municipal. Toda la sociedad pierde vitalidad con cada pueblo que muere.
Y es que aquí las personas sobrepasan la función de consumidoras, mano de obra y votantes. Somos protectoras del paisaje natural y creadoras de alimento. Por eso, cada cierre de una oficina de Correos en un pequeño municipio, cada reducción del horario de su consulta médica, cada reestructuración de los cuartelillos de la Guardia Civil… Cada golpe a lo más básico de la vida en un pueblo, nos golpea a todos.
En la situación de parálisis política que vivimos en nuestro país, nuestros pueblos, ya antes en una situación delicada, están sufriendo una verdadera trombosis. El interés por la España vaciada que inundó titulares durante la campaña electoral, queda ya muy lejos. La situación es límite para muchos habitantes que resisten en el mundo rural y que no pueden esperar al otoño para que se tomen medidas.
¿Cuándo la vitalidad de los pueblos será un asunto de Estado? ¿Cuándo contaremos con un Día Mundial contra la Despoblación? ¿Cuándo dejaremos de dedicar palabras a los pueblos y dedicaremos acciones a su supervivencia?