Susana Castells, cooperativista: “Hubo quien empezó a comentar ¿Dónde van estas ahora?”

 In Emprendimiento, Fademur, Sector agrario

Susana Castells habla con pasión de Deltebre (11.818 habitantes, Tarragona), del arroz y de la cooperativa de mujeres Dones Arrosseres del Delta de L’Ebre que creó hace menos de dos años junto a otras cinco mujeres de la zona. Emprender le viene de familia, su padre creó una empresa de semilla de arroz y una explotación de arroz ecológico, ambas dirigidas por Susana hoy en día. A pesar de su actividad frenética, el pasado mes de diciembre acogió a una joven agricultora. Lo hizo en el marco del programa de intercambio de Ruraltivity, la lanzadera de emprendimiento de FADEMUR de la que ambas mujeres forman parte.

¿Cuál es tu vínculo con el cultivo del arroz?

He vivido toda la vida en Deltebre. Mi familia es de aquí y ya mis abuelos se dedicaban al arroz. El cultivo de arroz que se hacía entonces en el Delta era de unas variedades antiguas, pero con el paso del tiempo se iban polinizando unas con otras y habían perdido la pureza, lo que hacía que cada año diesen un poquito menos de producción.

Mi padre siempre ha sido muy emprendedor e inquieto. Contrató a un ingeniero agrónomo especializado en genética para recuperar la madre de cada variedad de arroz. Así recuperó la pureza y producción de las distintas variedades, pero no se conformó y quiso conseguir variedades nuevas que dieran más producción.

Es que el Delta del Ebro es un lugar donde hace muchísimo viento. Las plantas de arroz tenían tallos muy largos y finos, el peso de la espiga la tumbaba dentro del agua. Cuando esto pasaba, las que se habían caído dentro del agua ya no eran buenas. Por eso, seleccionó plantas y durante más de una década se dedicó a cruzarlas manualmente hasta que logró unas variedades más bajitas, de tallo más grueso y con la espiga con más granos. En definitiva, una variedad más productiva.

Esto es lo que hacemos en Semillas Certificadas Castells desde hace 30 años. Por otra parte, hace casi 20 años mi padre empezó a cultivar arroz ecológico. Al principio vendíamos el producto a gente que lo reenvasaba y lo sacaba con su marca. Como cada vez nos pedían más arroz ecológico, hace unos diez años decidimos venderlo bajo nuestra propia marca: Ecocastells.

Por último, hace algo más de un año creamos una cooperativa de mujeres arroceras, Dones Arrosseres del Delta de L’Ebre. Un proyecto precioso que ya ha saltado del campo a la red con la web www.arrosessenciadeldelta.com.

¿Cuándo te incorporaste al negocio familiar?

Siempre he estado relacionada y he preferido meter lo pies en el barro, ya de pequeñita prefería ir a los arrozales a ir a la oficina. Fue cuando terminé el instituto cuando decidí incorporarme. Después de cinco o seis años trabajando vi que me venían bien nuevas competencias y decidí estudiar un módulo de grado superior de Técnico Agropecuario que me permite llevar una explotación agrícola y ganadera. Sin embargo, en el campo nunca paras de formarte.

Susana Castells en su plantación de arroz.

¿Cómo surgió la idea de crear una cooperativa de mujeres arroceras?

Un chico de esta zona, un artista que quería hacer su TFM (trabajo de fin de máster) relacionado con su tierra y con las mujeres, fue a la oficina comarcal de la Generalitat en Amposta y, hablando con su responsable, ésta le puso en contacto con doce mujeres arroceras.

Es curioso porque hacía años que trabajábamos en el cultivo del arroz, pero entre nosotras no nos conocíamos, solo yo conocía a Marcela porque las dos somos del mismo pueblo; aunque todas conocíamos las empresas familiares de cada una, la cara visible de estos negocios era siempre la del marido, del hermano, del padre, etc.  Sabíamos quiénes eran ellos, pero las mujeres estaban en la sombra.

Empezamos a hacer entrevistas grupales en las que él nos preguntaba sobre el sector y la zona. Un día, el chico nos hizo la pregunta del millón: “¿Vosotras os veis capaces de llevar una explotación arrocera?”. Nos mirábamos entre nosotras y dijimos que por supuesto, ¡es lo que hemos hecho toda la vida! Claro que nos veíamos capaces.

Esa pregunta se quedó en el aire. Al terminar el trabajo con este chico, seis de nosotras dijimos “Oye, ¿por qué no hacemos realidad la empresa?”. Adela, dijo que tenía tierras que no cultivaba, yo dije que podía poner la semilla, Lourdes se ofreció a llevar la gestión, otra la maquinaria… Las seis hacíamos cosas diferentes y cubríamos todo el proceso de la empresa.

¿Cómo fue la creación de la cooperativa?

Nosotras somos una cooperativa de mujeres de trabajo asociado. Es un tipo de cooperativa donde las personas que la forman trabajan todas por igual; no van, dejan su producto y ya está. Al principio queríamos hacer una S.L., una empresa normal, pero después, para las ayudas, por el tipo de cultivo y por ser seis mujeres, nos aconsejaron conformar una Cooperativa de Trabajo Social Asociado.

Cinco de las seis componentes de la cooperativa de mujeres Dones Arrosseres del Delta de L’Ebre.

En la cooperativa somos dos compañeras de Deltebre, dos de Amposta, una de Camarles y otra de Sant Jaume d’Enveja. Es decir, somos de cuatro pueblos diferentes pero próximos, tres de la comarca Baix Ebre y tres de la comarca El Montsià.

Mientras el chico hacía el trabajo sembramos tres tierras, cultivamos el arroz y llegamos a cosecharlo. Así que cuando constituimos la cooperativa, en marzo de 2023, teníamos ya unos kilos de arroz y lo vendimos. Pero no acaba ahí el trabajo de una arrocera, hubo que pensar en el packaging, la web, comercializar…

Del empaquetado estamos especialmente orgullosas, el diseño lo hizo Ignasi Blanch, un artista muy famoso de otro pueblo cercano, Tortosa. Marcela, la que vive en mi pueblo, es amiga de él. Cuando diseñábamos el paquete pensábamos en algo sencillo y Marcela dijo: “Oye, ¿y si hacemos algo totalmente diferente? ¿Queréis que hable con el Ignasi a ver si él nos hace alguna ilustración?”. Nos encantó la idea y a Ignasi el proyecto de nuestra cooperativa de nuestra cooperativa. Y ya ves el resultado.

Paquete de arroz ‘Essència del Delta’, de la cooperativa de mujeres de Susana, diseñado por Ignasi Blanch.

¿Qué tipo de arroz comercializáis desde la cooperativa?

Queremos vender un arroz gourmet. Una variedad que es diferente porque nadie la tiene: Arodelta. Hacemos el primer arroz de grano largo aromático que hay en Cataluña, en España y casi me atrevería a decir que en Europa. Es una variedad que ha creado mi empresa, que íbamos a presentar cuando ocurrió la pandemia y que al final no pudimos por el contexto.

Así que nos hemos arriesgado con una variedad diferente que en el Delta no estamos acostumbrados a comer. Y además es una variedad específica para hacer salteados y acompañamientos.

Así ofrecemos al público un arroz tipo basmati más natural, porque en su mayoría viene de India y Pakistán donde el uso de pesticidas y herbicidas y químicos no está tan vigilado como aquí.

¿Cómo ha sido vuestra primera cosecha como cooperativa?

Difícil. Ha sido un milagro porque el año pasado nos encontramos con la sequera (sequía) y en el Delta del Ebro nos dijeron a los arroceros que íbamos a tener un 50% menos de agua. Imagínate, para el arroz fue un año dramático porque sabíamos que teníamos un 50% de agua y si no llovía durante el verano, la disponibilidad del agua era del 0%. O sea, sembramos sin saber si podríamos llegar a cosechar el cultivo porque igual no había suficiente agua. Al final conseguimos salvar la cosecha con un 30% menos en todo el Delta.

Más allá de la sequía, ¿ha sido un camino de rosas?

Todo han sido baches, no ha habido nada de rosas. Además de la sequía, del granizo y de una inundación de las plantas de arroz que sufrimos durante el desarrollo del cultivo, nos hemos enfrentado al caracol manzana. Es una plaga que tenemos en el Delta desde hace muchos años y que nos obliga a hacer siembra en seco, que es otro tipo de siembra que no hace tanta producción, pero es la única manera de que el caracol no se te coma el arroz.

Vamos, que ha sido un año de picar muy fuerte, de crear el paquete, de montar la página web, de poner mucho dinero… Ahora estamos empezando a entrar a las tiendas y no es fácil. Es un producto que ya existe, que no vas con algo nuevo que has descubierto y tú tienes que pelear para que compren tu arroz y no el otro. Poco a poco nos van comprando y nos empieza a entrar un poquito de ingresos, pero prácticamente hasta ahora todo ha sido pagar, pagar y más pagar.

A parte se suma un hándicap: todas tenemos nuestro trabajo en nuestras explotaciones, lo de la cooperativa lo hacemos cuando llegamos a casa, después de acabar con nuestras tareas familiares y del hogar. La verdad es que al contarlo parece muy bonito, pero llevarlo a cabo es muy duro.

Al ser mujer es como que tienes que trabajar un poquito más para demostrar que tú puedes. Después de los inicios, la gente de la zona empezó a enterarse de que habíamos montando la cooperativa mujeres del pueblo. Hubo a quien encantó, pero también hubo quien empezó a comentar cosas como: “¿Dónde van estas ahora?”, “Se piensan que van a descubrir las Américas”. Aunque esa frustración desde que estamos en FADEMUR la hemos aparcado un poco, por así decirlo, porque vemos que todas las mujeres estamos igual. Dentro de FADEMUR nos encontramos supercómodas, nos sentimos acompañadas y hemos encontrado nuestra zona de confort, la verdad.

¿Cómo conocisteis FADEMUR?

Al principio, cuando conformamos la cooperativa de mujeres, nos llamaron de un montón de sitios para hablar de ella. En una de esas ocasiones, en un pueblo muy chiquitito, dio la casualidad que en esa entrevista estaban Nieves y Teresa, la coordinadora y la presidenta. Estaban las dos allí sentadas, escucharon nuestro proyecto, les encantó, se presentaron y nos explicaron qué era FADEMUR. Y fue así como nos hicimos de FADEMUR, porque coincidimos con ellas en un pueblo remoto.

¿Cuál ha sido vuestra participación dentro de FADEMUR y más concretamente dentro de la lanzadera Ruraltivity? ¿Os ha ayudado estar dentro de la red?

Sí. Nos han ayudado a definir mejor el impacto positivo de nuestro proyecto y darlo a conocer. Nos explicaron que cumplimos el ODS 17, de alianzas para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y nos incluyeron en la primera guía de proyectos enmarcados en ODS que FADEMUR elaboró con el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

Además, de la guía se extrajeron algunos ejemplos para componer un vídeo. El resultado fue muy chulo y se presentó en el último Encuentro Ruraltivity, al que acudimos. Fueron unos días muy emocionantes en los que conocimos a mujeres de otros territorios con proyectos muy inspiradores.

Este otoño recibimos asesoramiento directo por parte de personal de Pepsico, que apoya Ruraltivity a través de su Fundación. Nos han aconsejado en la distribución, la comercialización y nos revisaron la web.

También hemos participado en el programa de intercambios de Ruraltivity. Fue en diciembre y duró tres días. En nuestro caso, acogimos a una joven, Laia Ciuraneta, de La Palma D’Ebre, un pueblecito muy pequeño que está cerca de Tarragona. Ella estudió otra cosa, pero va a tomar las riendas del olivar que tienen en la familia y quiere darle otro aire. Lo que más le interesaba era saber cómo trabajamos, cómo nos dividimos las tareas, nos coordinamos, nos comunicamos… También le enseñamos el olivo típico de esta zona para que ella también viera como trabajan la gente del olivo de estos pueblos.

¿Recomendarías esta experiencia? ¿Te gustaría vivirla desde el punto de vista de la persona que va a otras explotaciones?

Totalmente. Muy recomendable recibir a otra emprendedora porque que alguien venga, que le guste lo que haces, te pregunte… de alguna manera es un chute para nosotras. Y también aprendes de la otra persona porque te cuentan sus experiencias.

Creo que para ella también fue beneficioso. A mis socias y a mí nos gustaría probar el otro lado e ir a otras explotaciones, creo que me ayudaría a salir un poquito de nuestra área de confort y ver nuestro proyecto con otros ojos.

¿Dónde ves vuestra cooperativa de mujeres arroceras y a ti misma dentro de cinco años?

En la cooperativa, crecer un poquito más de lo que somos, introducir una nueva variedad y tener una producción limitada pero muy cuidada.

Por otro lado, espero que para entonces estemos produciendo en ecológico. De momento no lo hacemos porque es muy complicado. Como es un cultivo que está en el agua, es muy difícil manejarlo; no puedes hacer tratamientos, utilizar herbicidas… Llega un momento en que las malas hierbas se apoderan del arroz y eso conlleva una producción menor. Al estar arrancando el proyecto, no queríamos arriesgarnos mucho empezando directamente en ecológico. De todas formas, el uso que hemos hecho de químicos ha sido prácticamente cero; quitamos manualmente las malas hierbas y también abonamos con productos biológicos.

Con respecto a mis empresas, en la de semillas me gustaría seguir innovando para ayudar a los payeses a adaptarse al cambio climático y a las plagas. En la de arroz ecológico estoy trabajando en agricultura regenerativa, una forma de producir con la que me siento muy cómoda e identificada personalmente por sus prácticas. Dentro de cinco años espero haber avanzado en regenerar el suelo y haber contribuido a recuperar la armonía entre la tierra, la fauna y las personas.

¿Qué le dirías a un grupo de mujeres que está pensando en emprender juntas en el medio rural?

Lo primero es hacer un análisis, es decir, tienen que ser muy realistas. Deben analizar su entorno y, si ven viable el proyecto, adelante. Una vez que das el paso tienes que meterte de lleno, luchar muchísimo y no darte nunca por vencida, porque trabas te vas a encontrar siempre.

Y respecto a vivir en un pueblo y vivir en una zona rural, es salud mental, el estrés es diferente. Vale la pena vivir en los pueblos, continuar, hacer intercambio con los vecinos, con los pueblos de al lado y, sobre todo, dar voz y visibilidad a la zona rurales donde vivimos y proyectarlas en futuro. Aquí hay muchas cosas para hacer, se vive supertranquilo, se vive bien a pesar de las adversidades que enfrentamos. Tenemos un entorno especial y debemos darle un aprovechamiento cuidándolo, respetándolo, valorándolo y queriéndolo mucho.

Y les diría que disfruten de la faena y que la expliquen con la pasión con la que lo viven, como yo lo intento. Hay que vivirlo y creer mucho en una misma; siempre hay temporadas peores, proyectos que no te salen… Pero también puedes cambiarlos por otros o darles un giro, y no tirar la toalla. Y que se apoyen en otras mujeres que están en la misma situación. Si compartes las inquietudes o los problemas, los ves diferente y continúas adelante. Es así, no hay más secreto.

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