Diana Mariscal:“Te piden lo mismo que a una gran empresa, siendo nosotras artesanas”
Si la compañía Apple nació en un garaje y Steve Jobs consiguió convertirla en un imperio tecnológico con operaciones en todo el mundo, ¿por qué Diana Mariscal no iba a hacer lo mismo? Por una sencilla razón: es una convencida del producto de Km 0. Por eso, cuando retornó al medio rural del que procedía y decidió montar un obrador de mermeladas en el garaje de sus padres, Diana (35 años) tuvo claro que utilizaría productos locales y comercializaría en su zona. Así creó su marca ‘Sabores del Aravalle’.
¿Qué fue antes, la idea de volver al pueblo o la de emprender en él?
Una cosa llevó a la otra. Yo llevaba desde los 20 años viviendo en Salamanca, pero soy de Canaleja, un anejo de Umbrías (en Ávila). Compartía con mi pareja el sueño de volver a vivir en un pueblo. Cuando nos decidimos, nos vinimos a esta zona porque los dos somos de aquí.
Lo más difícil al principio fue encontrar vivienda y trabajo. Al principio, cuando nos mudamos nos fuimos a vivir con familiares. Entonces retomé la tradición de hacer mermeladas y conservas. Lo habíamos hecho toda la vida, mis padres siempre han tenido huerta y hemos hecho conservas: pisto, tomate, mermeladas… Y poco a poco empecé a darme cuenta que podía convertir aquello en mi profesión.
¿Hay espíritu emprendedor en tu pueblo?
Hay algunos casos, pero muy pocos porque cada vez hay menos gente joven.
Desde que surgió la idea hasta ponerla en marcha, ¿cuánto tiempo pasó?
Mucho. La idea nació en 2018 y fue en 2020 cuando conseguí reunir todo para ponerme a vender, justo con la pandemia.
Al principio me informé, quería saber quién había cerca que hiciese lo mismo y también conocer a todas las personas que me pudieran ayudar. Ahí fue cuando conocí FADEMUR, pregunté a unos ingenieros que había llevado a cabo proyectos similares y a un chico que trabajaba en una organización y había realizado trabajos con otras mujeres.
Me ayudaron mucho y me contaron lo que necesitaba. Yo no contaba con mucho respaldo económico. Uno de los chicos me dijo que, si tenía algún local o si podía hacerlo en casa, lo aprovechase. De ahí que me decidiese por el garaje y bodega de la casa de mis padres.
¿Cómo fueron los siguientes pasos?
Fue un proceso largo, espero recordarlo bien. Veamos, hablé con Sanidad y vinieron a ver el local que tenía para saber qué cosas cambiar para hacerlo obrador. Una vez el local estuvo apto, pedí la licencia de apertura en el Ayuntamiento. También vino una técnica de Alimentación para hacer un informe de los puntos de autocontrol. Con ese informe, fui al Ayuntamiento, me concedieron la licencia medioambiental y me dieron un número de registro sanitario. Y por último, realicé el valor nutricional de los productos que ponía a la venta.
Y ahora que ya vendes tu producto, ¿en qué se diferencia del resto?
La mayoría de los productos con los que elaboro los cultivo yo misma, pero también recolecto algunos en la zona o los adquiero a productores de aquí mismo. Al tener tanto control sobre los ingredientes y tenerlos tan cerca, los recojo en el momento óptimo de maduración. Esto me permite aprovechar todo el dulzor natural de la fruta y echarle el azúcar justo, además de elaborar mermeladas emblemáticas que recogen los sabores de la zona (de ahí el nombre ‘Sabores del Aravalle’). Para mí es muy importante esta producción en Km 0.
¿También comercializas en Km 0?
Exacto. Vendo en las tiendas de aquí, a las personas que se acerquen a mi obrador y en mercados.
Desde que formas parte de la red de FADEMUR, ¿ya has tenido oportunidad de crear alguna sinergia con alguna compañera emprendedora?
Sí. Estoy coordinando la feria de artesanía y alimentación que se celebrará de forma paralela al festival ‘Gre2Jazz’ de la compañera Susana. Además, dentro de la red (y de Ruraltivity) compartes experiencias. Hablas con otras emprendedoras y compartes experiencias, obstáculos comunes, etc. En eso me sirvió de mucho haber conocido a María, que tiene una gran empresa de mermeladas (‘Mari Golosa´) y me dio muchos consejos que me han sido muy útiles.
¿Qué problemas crees que están afectando a tu sector?
El principal obstáculo para emprender es la legislación ya que te piden lo mismo que a una gran empresa, siendo nosotras artesanas, pequeñas productoras. Y, además, la legislación varía en función de la comunidad autónoma porque no todas tienen las mismas leyes.
Por otra parte, del verano pasado al anterior también he notado mucho el cambio. La situación económica ha sido diferente, peor. Este verano, he vendido menos de la mitad de lo que vendí el anterior.
Y la sequía, claro, ha afectado a muchas otras personas. A mí no, he sido de las pocas privilegiadas que ha podido regar este año. Vivo al inicio del río y al ser pocos regantes en la zona, nos han dejado regar. Pero, por ejemplo, mi padre que siembra judía en Barco de Ávila, a 5 kilómetros de aquí, ya no pudo regar.
¿Qué ha hecho FADEMUR por tu proyecto?
Desde que me acerqué a la organización me uní a la lanzadera. En Ruraltivity me han asesorado, he conocido a compañeras maravillosas y he recibido mucha formación sobre temas muy diversos y de gente muy potente, desde redes sociales de la mano de periodistas, costes eléctricos con una especialista de Redeia, comercialización con un ejecutivo de Mercadona o hacer una web con un experto de Google. Hasta he podido pisar tierra y aprender técnicas de agricultura regenerativa con especialistas de PepsiCo.
¿Vas a aplicar alguna?
Sí, este año no quiero roturar la tierra, no romper el suelo con arado. En ese curso con PepsiCo nos enseñaron otras técnicas que eran muy interesantes, pero no aplicables a mi huerta, de menor tamaño. Y sobre otras cuestiones que tratamos, yo ya las aplicaba: no utilizo productos químicos y ya hago rotación y asociación de cultivos.
¿Dónde ves tu proyecto y a ti misma dentro de cinco años?
Espero seguir, haber conseguido el sello ecológico y tener mi carnet de artesana, que viene bien para optar a ciertas subvenciones.
¿Qué le dirías a una mujer que quiere emprender en un pueblo?
Le diría que se anime, que si de verdad quieres lo acabas consiguiendo de una manera o de otra. Y si no quisiera seguir mi consejo, creo que le quedaría la espinita. Salga bien o salga mal, lo importante es hacerlo porque si no siempre te vas a quedar con el “y si…”.