“Mantener trabajo aquí todo el año es difícil, a no ser que el negocio sea tuyo”

 In Emprendimiento, Fademur

Amanda Pérez Pastor (36 años) tiene la suerte de vivir en el pueblo en el que nació, Torrox (16.465 habitantes, Málaga). En Torrox no le faltan servicios, hay líneas de transporte, 5 colegios, 2 centros médicos, 2 institutos y guardería. Esto último, precisamente, es importante ahora que es madre de una niña de 7 meses. No es el único cambio que ha experimentado su vida últimamente. Hace 4 meses abrió un pequeño negocio hostelero, que compatibiliza con otro proyecto de emprendimiento social.

¿Ha sido fácil permanecer en tu pueblo?

En general, sí. En Torrox, tenemos de todo. También trabajo, sobre todo en la temporada alta de turismo, en invierno es más complicado. Mantener trabajo aquí todo el año es difícil, a no ser que el negocio sea tuyo.

¿Fue eso lo que te llevó a emprender?

Creo que sí. También por haber estado trabajando en tantos sitios diferentes… La primera vez que emprendí tenía 23 años. Monté una tienda de chucherías y de decoraciones de eventos. Me duró solo un añito. Luego volví a trabajar por cuenta ajena, como limpiadora, camarera de piso, camarera y ya después como ayudante de cocina y cocinera.

¿En qué consiste tu proyecto?

Es un kiosco que es mucho más que un kiosco, le he hecho mejoras para que sea un bar. Lo he bautizado ‘Kiosko Amanda’. Está en la zona deportiva de Torrox pueblo, donde está la piscina, el pabellón, el campo de fútbol, el skatepark y el campo de petanca municipales. Me dirijo principalmente a los usuarios de estas instalaciones y a los turistas rurales. Mi oferta gastronómica son snacks saludables, bollería, repostería artesanal, bocadillos y hamburguesas y tapas gourmet. E intento utilizar productos locales de temporada.

¿Cuándo abriste el negocio?

Hace cuatro meses, recién terminada mi maternidad.

Cuando me quedé embarazada trabajé dos proyectos. Uno, el ‘Kiosco Amanda’. Otro, con dos compañeras, un proyecto social de ámbito provincial, ‘Hostelerízate’, financiado por la Unión Europea, en el que soy técnica formadora en hostelería de colectivos de migrantes, parados de larga duración y personas en riesgo de exclusión social.

Imagínate, es complicado con la niña tan pequeña, pero no queda otra.

Veo que no te asusta crear proyectos. ¿Cuántas veces has emprendido?

Después de la tienda que tuve con 23 años, estuve trabajando por cuenta ajena. A los 30 empecé a trabajar como ayudante de cocina y a estudiar cocina. En ese momento empecé a hacer talleres gastronómicos para niños. Tuve entonces un embarazo ectópico que me paró la vida. Fue el tercero de cinco abortos. No quiero ocultarlo, aunque sea un tema tabú. Es parte de mi historia.

Estuve tres meses en mi casa sin poder moverme, lo pasé muy mal. Decidí emprender por segunda vez. Escribí un libro para enseñar a los niños a cocinar. Me ayudaron una filóloga y un ilustrador, lo autoedité en español y en inglés y lo vendo en Amazon.

Después de aquella experiencia, ya no era la misma. Cuando volví a mi antiguo empleo me subía por las paredes porque veía que no podía progresar. Lo dejé y continué formándome. Durante la pandemia hice tutoriales de cocina saludable para el Ayuntamiento y después empecé hacer eventos como chef privada, esos fueron los siguientes emprendimientos que hice.

¿Cómo llega Kiosco Amanda?

Cuando me quedé embarazada tuve que reinventarme, no podía andar de un evento para otro, necesitaba estabilidad cuando llegase mi hija. Mi pareja trabaja en la piscina municipal. Vi el kiosco, precioso, enfrente y me dije: “Este sitio es perfecto para mí”. Pedí la concesión, seis meses tardaron en arreglarme los papeles, y me lo han dado para quince años.

¿Qué ha sido lo más difícil?

Como yo no contaba con ahorros, he tenido que pedir financiación. Cuando presenté el proyecto no me dieron el crédito. ¡Tenía el lugar y no tenía la cocina! Ahí fue cuando entré en contacto con FADEMUR. Conocí a una compañera de la organización, Rocío, y me habló de la línea de créditos de FADEMUR y MicroBank. Fíjate, mi banco es La Caixa, y cuando yo lo solicité por mi cuenta me dijeron que no. Pero después, cuando lo intenté a través de esta línea pensada para mujeres rurales emprendedoras, me lo concedieron.

Hoy por hoy ya tengo toda la maquinaria que me hacía falta, porque, aunque el kiosco es pequeño, para dar un buen servicio de cafetería y comidas necesitaba una plancha, una freidora, un horno… Y toda la maquinaria industrial es muy cara.

¿Cómo es el espíritu emprendedor en tu pueblo, eres la rara en él?

Sí, soy la rara. ¡Y más en el sector de la hostelería! Hay otros emprendimientos en hostelería, pero vienen de tradición familiar. Mi caso es el contrario.

¿Dónde ves a tu proyecto y a ti misma dentro de cinco años?

Lo imagino asentado como una zona de desconexión y disfrute para los clientes. Me gustaría poder contar entonces con ayuda. Es más, este verano espero poder contratar a media jornada a mi primo, que también tiene experiencia en hostelería, y así poder alargar el horario de apertura. En fin, dentro de cinco años espero no seguir trabajando doce horas diarias, como tengo que hacer ahora. Me gustaría tener un horario en el que pueda conciliar el trabajo con el tiempo con mi chiquitina.

¿Qué le dirías a una mujer que está pensando emprender en un pueblo? 

Que si ya lo está pensando, puede hacerlo. Cuanto antes tome la acción, antes conseguirá su sueño. También que confíe en su emprendimiento y que no se deje influir por los demás, solo una sabe lo que hay que hacer.

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