“Las oportunidades son más fáciles de captar en lugares pequeños”

 In Emprendimiento, Fademur

A sus 41 años Inés Carballo Tomé ha vivido muchas vidas, desde ser arrocera en Nepal a limpiadora de hoteles en Australia. Sus periplos por Asia, Oceanía y Europa terminaron cuando volvió a España. Fue entonces cuando esta madrileña se instaló en Guadalest (Alicante, 209 habitantes). Allí entendió que si quería trabajar en su campo, la Biología, tendría que emprender. Por suerte, también comprobó que hacerlo en un pueblo puede ser una oportunidad y se lanzó a ella produciendo en ‘Aitana Espirulina’ un alga que se ha convertido en uno de los superalimentos de moda.

¿Cómo terminaste viviendo en Guadalest habiéndote criado en Madrid?

Ya había vivido en otros pueblos porque estuve viajando mucho. A mí me gustan los lugares que no se parezcan nada a Madrid.

Con 21 años me fui a Alicante a estudiar Biología Marina. Después estuve trabajando en una empresa de investigación de microalgas. Era una startup bastante grande que terminó quebrando. Cuando eso pasó yo tenía veintitantos y decidí aprovechar para viajar, ¡y tardé más de 7 años en volver!

Estuve por todo el mundo, en Oceanía, en Asia… Conocí la permacultura y viví en muchos pueblos trabajando y aprendiendo de granja en granja. Después de 3 años así me mudé a Francia donde también tienen mucha agricultura sostenible. Me quedé casi 5 años más. Volví a España con 34 años y me instalé en Guadalest, en una casa abandonada que había comprado mi madre.

He hecho de todo. He plantado arroz en Nepal, he limpiado hoteles en Australia, he trabajado en cruceros… Esto es lo que me ayudó a hacer lo que hago ahora porque al final sé de cultivos, pero también de bioconstrucción, de electricidad, de fontanería… más lo que ya sabía antes de biología y microalgas. Si no hubiera hecho antes todo ese viaje no podría haber montado la granja de espirulina que tengo ahora, la verdad.

¿Qué buscas en un pueblo que no te da Madrid?

En Madrid hay de todo. De hecho, a veces echo en falta eso, por ejemplo, en oferta cultural. Pero habiendo de todo también hay mucha demanda. Al final, las oportunidades a las que he tenido acceso en Alicante han sido mayores. Un ejemplo: yo siempre quise hacer teatro pero en Madrid las plazas para la compañía de mi Universidad, la Complutense, estaban solicitadísimas y había gente buenísima. En cambio, en la de Alicante siempre entrabas en la compañía porque había sitio para todos. Creo que las oportunidades son más fáciles de captar en lugares pequeños cuando tienes un poco de inquietud. Con la empresa me ha parecido igual; en cuanto haces algo hay una acogida muy grande, no hace falta que seas la mejor del mundo en todo.

¿Por qué decidiste emprender?

Es la primera empresa que fundo, pero creo que irse de viaje de la manera que me fui yo también es emprender. Por eso, creo que siempre he tenido una actitud emprendedora. Para mí emprender es un viaje, lo que pasa es que todos los viajes anteriores ya no me ponían nerviosa. ¿Qué es lo que me ponía nerviosa? Coger un crédito, iniciar una empresa. Esto sí es salir de mi zona de confort, irme sin visado a Pakistán ya no me estresa. Me dije, venga, voy a tirarme a la piscina.

Luego también está el momento. Cuando egresé a España e intenté buscar trabajo, fatal. No encontraba como bióloga y me cansé de ser camarera. O seguía en la hostelería, que no quería, o me dedicaba a lo mío y emprendía. Me dije, lo intento que, total, no puedo estar peor.

Emprendí con mucho miedo y de una forma muy conservadora, o sea, cogí un crédito muy chiquitito y he intentado hacerlo todo yo para gastar lo mínimo.

¿Cómo fueron los primeros pasos?

Empecé como autodidacta practicando en una granja piloto. Así fui desarrollando el cultivo y la logística.

Como mi formación es de bióloga, había aprendido a ser empleada, no emprendedora. Me faltaban muchísimos conocimientos. Hice muchos cursos online, aprendí márquetin, busqué mucha información y me enfrenté a papeleo, normativas, permisos… Fue una gestación de un año.

¿Qué es lo que más echaste de menos ese año?

Compañía. Un equipo u otra persona igual de implicada que yo buscando el mismo objetivo. Sobre todo, por la motivación porque yo muchos días me levantaba pensando “yo no quiero seguir con esto, es una locura”.

¿Conocías FADEMUR en aquel entonces?

Conocí FADEMUR después, desgraciadamente porque me habría gustado tenerlas cerquita mucho antes, sobre todo como apoyo a nivel moral por esa soledad que te comentaba. Las conocí hace dos años cuando buscaba información y grupos que me ayudasen.

¿Cómo te ha ayudado FADEMUR, y su lanzadera Ruraltivity, desde entonces?

Un montón. En ellas he encontrado ese acompañamiento que buscaba. Además, estoy recibiendo mentorías que me están sirviendo de mucho. En lo que más me han ayudado es en difusión, he subido mucho las ventas. Y también he mejorado en la financiación: ¡gané una de las últimas becas Pepsico! Para mí esto es importantísimo porque no tengo colchón económico para invertir en cambios y mejoras.

¿En qué vas a invertir la beca?

Yo hago todo a mano, incluso el envasado y el etiquetado. Me quita mucho tiempo. Lo que me gustaría es comprar máquinas con las que automatizar alguno de estos pasos. La idea es ser más eficiente, poder tener capacidad para aumentar la cantidad de espirulina que cultivo y crecer un poco. Espero que así sea a partir de este invierno, cuando invierta la beca, ahora estoy en la fase de cosechado.

¿Cómo produces espirulina?

Cultivo la espirulina en unas balsas de agua bajo invernadero aquí, en mi terreno. Lo hago de forma muy sostenible, con agua de lluvia y placas solares y, además, con un método de cosechado y de producción que preserva muy bien sus propiedades. Consigo una calidad excelente, mucho más alta que la que hay en el mercado. Aunque es muy chiquitita la producción, eso sí.

¿Para qué es buena la espirulina?

Refuerza el sistema inmune, es antinflamatoria, evita la carencia de hierro porque tiene diez veces más hierro que la carne y tiene todas las vitaminas y minerales que necesitamos. Es una pasada, es un superalimento.

¿Cómo la comercializas?

Tengo una tienda online, aitanaespirulina.es, y también estoy en puntos de venta tipo herbolarios y tiendas de productos regionales.

En la tienda online envío a todas partes, mucha se va a Francia y Alemania. No es una gran venta porque, aunque parezca que no, a las tiendas online también hay que dedicarles mucho tiempo.

Los puntos de venta físicos están sobre todo en mi región, pero también en otras zonas de España. Por ejemplo, desde hace poco mi espirulina está en Lugo porque tenía muchos clientes online allí y un herbolario decidió unirse.

¿Qué problemas afectan a tu sector?

El desconocimiento. Pese a que no es completamente desconocida, incluso se vende en grandes superficies, el público no se plantea el origen y conoce mayoritariamente la industrial que, además, suele ser importada. El 99% de la espirulina que se consume es de fuera, de Asia, y de una calidad muy mala. Los consumidores, que son bastantes, creen que están tomando una espirulina de calidad pero no lo es, incluso las ecológicas de herbolario. No saben su origen ni cómo se cultiva. Hay mucho desconocimiento.

¿Has tenido oportunidad de establecer sinergias con compas de FADEMUR?

Sí. He sacado una línea de cosmética con Eva, una chica de mi zona que hace jabones artesanales en Kueeva y que también está en FADEMUR. Además, también colaboro con otros artesanos de mi zona, un apicultor que hace miel y una chica que hace cerveza, ambos en mi valle. La verdad es que la espirulina es un ingrediente que aporta valor añadido a cualquier producto.

¿Dónde ves tu proyecto y a ti misma dentro de cinco años?

Me gustaría que salieran adelante más productos con espirulina. De hecho, con un socio italiano estoy impulsando una empresa, Pleiades Food. Lo que hacemos es esto, crear productos con espirulina para que la gente no tenga siempre esa duda de cómo me la tomo, cómo la incluyo. Así, ya tenemos granola o pesto con espirulina. Y lo hacemos juntando la espirulina con ingredientes que siguen el mismo espíritu que mi espirulina. Me gustaría que este nuevo camino fuera bien y que me hiciera ampliar la granja porque necesitamos más espirulina en el mundo.

¿Qué le dirías a una mujer que está pensando en emprender en un pueblo?

Que explote todos los recursos y ayudas que hay, que yo algunas las perdí por no saber ni que existían; que busque sobre todo espacios como FADEMUR donde informarse bien de todas las oportunidades que hay disponibles; y que aproveche la acogida que va a encontrar en los pueblos, que va a encontrar mucho compañerismo.

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