«Para luchar contra la despoblación, la digitalización del mundo rural tiene que ser una prioridad»
Artículo de Nacho Hernández, originalmente publicado en el blog Un hábitat mejor.
Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), reflexiona sobre los retos a los que se enfrentan las mujeres rurales a la hora de frenar la sangría demográfica de las zonas del interior de nuestro país y construir un mundo pospandemia en el que «lo rural» recupere su papel protagonista.
- «Una familia no se va a mudar a un pueblo si no tiene colegio para sus hijos ni acceso al transporte público».
- «Algunas de las experiencias más novedosas, innovadoras y modernas se están poniendo en marcha en el mundo rural».
- «La sostenibilidad no es solo comprar alimentos ecológicos, sino saber cómo se producen y el impacto que tienen».
Cuando pensamos en el mundo rural español, frecuentemente evocamos escenarios idílicos, con prados verdes, árboles majestuosos y gran variedad de animales. Mientras, las ciudades se presentan como esos lugares que han absorbido a ritmos frenéticos a la mayor parte de la población del país y que han convertido el ‘modus vivendi’ de sus habitantes en el único (aparentemente) posible. Sin embargo, La cultura, las tradiciones y el saber hacer de los pueblos, aunque en peligro de extinción, siguen vivos. Con la misión de evitar su desaparición, Teresa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (Fademur), lucha contra la inercia de la despoblación y apuesta por un futuro sostenible en el que las zonas rurales transformen la sociedad en una más próspera y verde. Una transformación que, en el mundo rural, lideran las mujeres.
La pandemia ha supuesto un duro golpe para la mayoría de los sectores económicos del país, siendo las mujeres uno de los grupos sociales más afectados, con una tasa de paro cuatro puntos superior a la tasa masculina (ver aquí). ¿Qué consecuencias está teniendo esta crisis para aquellas mujeres que viven y trabajan en entornos rurales?
Ha sido especialmente dura por muchos motivos. En primer lugar, la mayoría de las mujeres que tienen un empleo en el mundo rural son emprendedoras que trabajan en la agricultura, la ganadería o la transformación agroalimentaria. Muchas se encontraron con que sus canales de comercialización se cerraban de un día para otro porque vendían a hoteles, restaurantes y cafeterías o en ferias y mercados. Hay productos que se pueden almacenar, pero muchos son perecederos. Si hablamos de ganaderías extensivas, los animales se tienen que seguir criando y siguen suponiendo un gasto aunque no se puedan vender.
Por otro lado, el cuidado de las personas mayores pasó a depender fundamentalmente de las mujeres. Cuando los servicios públicos desaparecen, las actividades que están vinculadas con el cuidado se nos siguen asignando a nosotras. Para que no saliesen de casa, diversos grupos de mujeres se organizaron espontáneamente para hacer la compra o ir a por los medicamentos de aquellos que lo necesitaban. A esto se le añadió la necesidad de atender a los niños con el telecole y, en las aldeas donde no llega internet, tuvieron que organizarse para que los más pequeños no perdieran esos meses de curso escolar. Ahí, las carteras, que son sobre todo mujeres, jugaron un papel fundamental repartiendo tareas, recogiendo deberes y tratando de organizarse para que la vida continuara.
Tras el confinamiento se ha hablado de escapar de las ciudades para vivir en el campo. ¿Crees que se ha idealizado la vida en los pueblos?
Sí, existe una visión romántica que ojalá se convierta en realidad. Tenemos que trabajar para que vivir en un pueblo sea una elección libre. Ahora mucha gente se pregunta si la pandemia puede ser una oportunidad para mudarse al mundo rural. Nosotras estamos detectando que hay personas teletrabajando que han vuelto a su pueblo de origen o a donde tienen una segunda residencia si tienen buena cobertura. Pero para que realmente sea una oportunidad que se pueda aprovechar, hay que intervenir decididamente. Tenemos que garantizar que la cobertura y el internet llegan a todo el territorio. Esto también tiene que servirnos para reflexionar sobre el estilo de vida que llevábamos. Nos han convencido de que el triunfo consiste en mudarse a una gran ciudad y trabajar allí. Y al final, las ciudades han crecido de una manera absolutamente extraordinaria, pero también se están generando situaciones complicadas: más allá de la contaminación, hay unas bolsas de pobreza tremendas y unos trabajos precarios. Tenemos que repensar cómo estamos viviendo y probablemente la pandemia haya acelerado esta reflexión.
El auge del teletrabajo permite a muchos trabajadores la a flexibilidad suficiente como para mudarse al mundo rural pero ¿están la infraestructuras de los pueblos preparadas para acoger una cultura de teletrabajo?
Ahora mismo, no. Tenemos una gran parte de España con problemas serios de conexión accesible y asequible. Para que las personas puedan realmente tomar la decisión de irse a vivir a un pueblo y podamos repoblar ese territorio se necesita garantizar, además del acceso a lo digital, la existencia de servicios públicos. Una familia no se va a mudar a un pueblo si no tiene colegio para sus hijos y si no tiene acceso al transporte público o a otro tipo de servicios que se necesitan para poder desarrollar la vida en un lugar. En muchas ocasiones, el acceso a los servicios de salud se sigue prestando con protocolos de los años 80, por lo que habrá que adaptarlo a todas las novedades del siglo XXI. Muchos colegios siguen ahí, aunque están cerrados; lo que hay que hacer es rescatarlos. Los colegios rurales agrupados han demostrado que son una fórmula exitosa con una educación muy personalizada, orientada y, además, en contacto con la naturaleza. También son importantes los servicios de cuidado, sobre todo los que tienen que ver con las personas mayores.
En demasiadas ocasiones lo que se ha hecho ha sido plasmar directamente los protocolos y las formas de hacer en las ciudades a otras zonas donde no funcionan. Nosotras siempre decimos que lo que necesitamos con urgencia es que quien piense en las políticas se ponga las gafas de género y las gafas del ámbito rural, porque no tienen nada que ver.
Mientras la llegada del 5G a España está en boca de todos, la cobertura rápida (30 Mbps) todavía no llega a un 13% de las zonas rurales (ver aquí). ¿Qué consecuencias tiene este desarrollo desigual? ¿Qué potencial puede llegar a tener la transformación digital en el mundo rural?
Para nosotras es determinante porque lo que está generando eso es una España de dos velocidades y una desigualdad de oportunidades que, en los tiempos que corren, es inasumible y vergonzosa. La gente del mundo rural no está al margen de cómo funciona el mundo. Por ejemplo, nosotras tenemos una lanzadera de emprendedoras que se llama Ruraltivity en la que trabajamos con muchísimas mujeres emprendedoras que están viendo cómo pueden poner en marcha su negocio o cómo lo pueden mejorar. Todas usan las nuevas tecnologías, las redes sociales… Es la manera de comunicarte directamente con esa población consumidora que está buscando productos de calidad diferenciados, que quiere encontrar algo que hoy en día no encuentra en el supermercado de su barrio. Ellas tienen que usar estas tecnologías, pero en muchas ocasiones para hacerlo se tienen que desplazar a la caza de la señal para interaccionar con una población que exige una respuesta inmediata. Quienes tienen casas rurales, si quieren cobrar con tarjeta, en muchas ocasiones tienen que ir con sus huéspedes en el coche y desplazarse hasta que el datáfono funcione. Es algo que nos urge mucho solucionar porque ya está generando una desigualdad de oportunidades. Si estamos pensando en luchar contra la despoblación, la digitalización del mundo rural tiene que ser la prioridad número uno.
La transición ecológica abre un nuevo paradigma económico. ¿Qué papel juega el empleo verde en la lucha contra la despoblación rural?
Es un papel que todavía tenemos que descubrir. En el ámbito rural tenemos los recursos y el territorio, por lo que esperamos que se aproveche la oportunidad para generar empleos de calidad, estables y bien remunerados. Es importante también desde el punto de vista de la conciencia de quienes están consumiendo, porque el mundo rural es un proveedor de alimentos sanos, seguros y de calidad, y aquí entendemos el concepto de sostenibilidad desde un punto de vista amplio. La sostenibilidad no es solamente comprar alimentos ecológicos, sino saber cómo se producen y el impacto que tienen esas producciones.
Con la pandemia hemos comprobado que es fundamental tener esa red porque tuvimos desabastecimiento de papel higiénico, pero no tuvimos desabastecimiento de alimentos. Hay muchas cosas de las que podemos prescindir pero no de la alimentación. Se ha visto que mientras teníamos los alimentos garantizados y accesibles, no conseguíamos mascarillas porque la producción mundial estaba en China y las necesitaban ellos. Toda esta reflexión que se ha de hacer sobre la sostenibilidad tiene que ser amplia y debe tener en cuenta las producciones de cercanía y apostar por el territorio y por las personas que están produciendo estos bienes básicos.
Pese a las dificultades culturales, sociales y económicas que existen en el mundo rural, rurales, las mujeres representan el 54% del emprendimiento rural (ver aquí). ¿A qué se debe? ¿Qué retos deben superar las mujeres rurales frente a las de las ciudades a la hora de emprender?
El porcentaje se debe a que, en el mundo rural, si quieres tener ingresos propios, hay pocas oportunidades de trabajar por cuenta ajena. Por eso en muchos casos las mujeres optan por emprender. Es absolutamente determinante que puedan decidir cómo quieren que sea su vida y para eso necesitan tener independencia económica. Si no la tienes, eres cautiva de decisiones de otros. Por ejemplo, en muchas ocasiones la violencia de género está vinculada a la falta de independencia económica que hace que las mujeres aguanten muchísimo más conviviendo con un maltratador por miedo a cómo van a poder vivir.
Lo que hemos descubierto con Ruraltivity es que era una necesidad hacer un acompañamiento, informar y crear una red. Ruraltivity es un ecosistema de emprendimiento disperso por el territorio donde las emprendedoras se refuerzan, comparten buenas prácticas y aportan información sobre sus modelos de negocio para poder replicarlos en otros lugares. En esta red también ponen en común los grandes problemas que se encuentran a la hora de emprender, como las dificultades para acceder a la información, aunque tengan internet, o el acceso a la financiación: las entidades financian menos proyectos de mujeres pese a que somos mejores pagadoras. Otro problema es el acceso a la tecnología y a la formación digital. Lo que más interesa hoy es cómo conectar directamente con quien quiere consumir tu producto. Es decir, todo lo que tenga que ver con los planes de marketing digital, el posicionamiento SEO… Saber manejar sus datos siendo pequeñas emprendedoras les puede llevar a identificar si su página es atractiva o no, si la gente cuando entra mira los productos o entra en la primera página y pasa de largo.
Se estima que las ciudades seguirán creciendo hasta acoger al 68% de la población global para 2050 (ver aquí). ¿Cómo se debería plantear la relación de los grandes núcleos urbanos y el mundo rural para construir un futuro sostenible en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible?
Lo primero en lo que tenemos que pensar es en si lo que tenemos actualmente, con las previsiones de crecimiento, es sostenible. Si queremos ir hacia un modelo como el que existe en otros países en los que hay una gran capital con millones de personas y un alrededor desierto, o tenemos que apostar, por mantener, reforzar, recuperar y reequilibrar lo que ha sido tradicionalmente la demografía. Nosotras creemos que es importante apostar por recuperar, no solo por todos los riesgos que conllevan esas grandes concentraciones de personas, sino por todo lo que perdemos: cultura, patrimonio, formas de hacer, contacto con la naturaleza…
Es como si nos hubiésemos dado la espalda campo y ciudad, da igual que la familia se haya mudado hace 20 años o 40: existen unos prejuicios instalados que no se corresponden con la realidad. Muchas veces vas a cualquier sitio y te dicen: «¡No pareces rural!». ¿Qué significa eso? ¿Cómo tiene que ser una mujer rural? ¿Una señora mayor, resignada y vestida de negro? Pues no. Precisamente hoy algunas de las experiencias más novedosas, más innovadoras y modernas se están poniendo en marcha en el mundo rural y, además, las están poniendo en marcha mujeres. Lo que queremos es garantizar el equilibrio medioambiental, económico y social y proteger nuestro patrimonio, nuestro saber hacer… Es decir, todas esas cosas que se hicieron durante muchísimos años y que luego creímos que lo moderno era abandonarlo. Pues resulta que no, que lo moderno es mantenerlo porque ha funcionado durante siglos. Estamos en el momento de intervenir para que quienes están se pueda quedar y quienes quieran ir a vivir a un pueblo puedan hacerlo.